viernes, 15 de mayo de 2009

PERSONAJES Y LITERARIOS II

FIDEDIGNAS

Hélène Joncour (Seda)
Willermina Murray/Harker (Drácula)


Cuentan que el Genghis Khan se casó con una mujer de piernas fuertes, que sabía montar a caballo, que sabía utilizar un cuchillo ( no todo el mundo sabe cortar) y que tenía los ojos rasgados y la cara redonda como buena mongola. En la peli también aseguran que el gran Khan se enamoró de ella a los diez años y que la cortejó con un espolón óseo como de un gallo gigante. Y eso que a cada ausencia del Khan, dos, tres o cinco años, la mujer se quedaba preñada no se sabe a ciencia cierta de quien y el gran Khan, como buena persona adoptaba al bebé como hijo suyo a su regreso. Licencia narrativa con el fin de enriquecer la historia o no, el tema tiene su miga, porque ¿quién ha dicho que el amor es sinónimo de “tu coño es mi coño”? Pues nadie. El amor, fríamente, va más allá de todo eso de la monogamia, la intimidad y no se que historias más, espolón de gallo incluido. Y si no que se lo digan a Mina. La pobre maestra, está desposada con un ayudante de notario bueno, atento, dispuesto a una vida de lo más convencional que la hace sentirse de lo más afortunada pero, de repente, se ve ante la tentativa de sucumbir a los encantos de un malote de manual: guapo, con sonrisa canina, pelo largo, gafas a lo Lennon, rico, sensualmente despojado de conceptos como pecado, libertino,...Mina, tonta, lo que se dice tonta, no era. Así que se deja querer y piensa “para una vez que me pasa, como no voy a tener despedida de soltera ni boys, me dejo llevar, que este caballero desconocido y raro seguro que pierde las formas en algún momento”. Porque claro, si el uno es tan perfecto que casi no se atreve a cogerle la mano y el otro le muerde las muñecas y le come la oreja a base de acento rumano, pues no hay comparación. Al final, Stoker le dio la chica al bueno, por eso de la moral y por eso de que él también era bastante feo...

Otro caso diferente es el de la señora Joncour. Todo el libro pensando en la buena de Hélène, en lo ignorante de su vida, en que qué tendrá la china esa que debe ser la monda, en la inocencia, en el amor forever, en la fidelidad...y resulta que al final te das cuenta de que de tonta, poco. Y de ignorante, menos. De enamorada, mucho, eso sí. Como casi todas las mujeres, que intuimos menos de lo creemos y que sabemos mucho más de lo que presentimos. (¿Será por esa capacidad y paciencia de llevar a otros nueve meses dentro?). En fin, lo dicho. Que si la mujer del Gengis Khan cuyo nombre no se escribir demostró lo que es la fidelidad “a su manera” y el marido hasta le dio las gracias, el final de Seda es de los que dan una vuelta más a los esquemas: te das cuenta que las historias, igual que los amores, no han de juzgarse por como empiezan o como transcurren, sino por como acaban, porque muchas veces ese final, como el de Seda, es mucho más importante que todo lo que hay de por medio. Amor del bueno. Una historia de las grandes. Y de Mina, que queréis que os diga... por mucho Keanu Reeves de por medio, yo, me quedo con el malo.




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